El concepto dolor, a veces se queda corto, cuando tenemos que explicar lo
que se siente al decir adiós; una separación, marca profundamente a
cada persona y lo que provoca, es una sensación comparable al ahogo, al
desgarro y a la impotencia más absoluta.Las lágrimas brotan solas y la
sensación de soledad crece por momentos; incluso, es muy posible, que
aparezcan los sentimientos de culpa, con preguntas como:
- “¿he
hecho lo que debía hacer?”
- “¿será
culpa mía?”
- “¿en
qué me he equivocado?”
Sólo nosotros sabemos
lo que ha ocurrido
Sólo nosotros, sabemos
cuál es la respuesta a nuestras preguntas. Autoculparse, es fácil y,
posiblemente, la respuesta más sencilla a todo lo que ocurre. Sin embargo, ese
camino, tan sólo conduce a generar más dolor, y a aportar sensaciones muy
negativas en nuestro interior; esas sensaciones, probablemente no sepamos
controlarlas, y nos conducirán, casi irremediablemente, a una situación de
estrés, depresión o sentimientos similares.
Culparse por las cosas que nos ocurren
NO es lo más razonable.
Cuando se produce la separación, de algo o alguien que queremos, ya sea
motivada por nosotros o no, el dolor producido es inmenso y, probablemente, no
nos permita pensar con claridad en ese momento; siempre he dicho, que no se
puede pensar o tomar decisiones en los momentos de mayor dolor, o en los
momentos de mayor alegría; dejemos que pase el tiempo; cada persona precisará
de tiempos distintos, pero el tiempo, ha de pasar.
Como humanos que somos, las costumbres nos guían, y todo aquello que las
altera, nos causa estrés; un adiós, es una de esas situaciones que más estrés
nos genera, pues implica el final de algo; una situación que nos era familiar
durante tiempo. se ha acabado, probablemente para siempre, y eso es difícil de
digerir.
Una vez pase el tiempo que necesitamos, el primer paso es tomar conciencia
de la palabra adiós; no es un hasta luego, es un adiós. Todo ocurre por algo, y
las separaciones también; si nos encontramos en esa situación, ya sea motivada
por nosotros o no, pensemos en el por qué de esa decisión; insisto en que todo
ocurre por algo y, nuestro subconsciente, no es tan tonto como a veces
pensamos..
Pensamos en las situaciones que nos han llevado hasta ese momento del adiós
y, aprendamos a valorarlas:
¿Fácil? no … ¿Necesario? si
Si lo pensamos
fríamente, echar de menos situaciones determinadas, es sólo una alteración de
nuestra rutina.
No duele el dolor como
tal, duele la alteración de una rutina que nos provocaba sensaciones de
felicidad; por lo tanto, creemos más rutinas y, paralelamente, comprendamos
que si ha existido una separación, es por algo; tarde o temprano
comprenderemos el motivo.
Cuando ocurre ese
proceso y alguien nos dice estas palabras, es probable que nos den ganas de
soltar alguna “lindeza”, pero el tiempo pone cada cosa en su sitio y nos aporta
las respuestas que necesitamos.
Ya sea una persona,
una mascota querida o una posesión, el proceso es el mismo.
En mi caso, estoy
diciendo adiós a dos elementos de mi vida que me aportaban muchísimas cosas; la
separación de uno de ellos no fue mi decisión, la otra si; ahora mismo tengo en
mi interior, todos los tipos de dolor que puedan generar la palabra adiós.
Desconozco si estoy
haciendo bien las cosas o no; tampoco sé cuál es el motivo real de todo lo que
está ocurriendo; sólo sé que, todo ocurre por algo; sé que, aunque mi primera
tendencia es culparme a mi mismo de todo lo que esta ocurriendo, existen otros
motivos ajenos a mi, que han ayudado a crear esta situación.
Esperaré a calmarme, y
entonces, tal como la experiencia me dice, sé que comprenderé lo que está
ocurriendo;
Nunca olvidaré a quien
se aleja de mi; nunca dejaré de pensar en ellos; pero sé que estén donde estén,
todos aprenderemos a vivir y, sé que algún día, comprenderé lo ocurrido.
Hasta entonces,
gestionaré mi dolor, crearé nuevas rutinas y buscaré nuevas sensaciones en mi
vida; conoceré más personas y aprenderé de todas ellas; cuantas más cosas
consiga aprender, mayor será mi capacidad de comprensión hacia las cosas que me
suceden.